martes, 5 de agosto de 2008

Espera

La sociedad moderna nos ensena a obtener resultados inmediatos en casi cada área de la vida. Con sopas instantáneas, hornos de microondas, comunicaciones por internet, correo rápido y todo tipo de máquinas y servicios diseñados para ahorrarnos tiempo, esperar se ha tornado en una virtud casi desaparecida.

Esperar es una de las pruebas más difíciles para el cristiano. A simple vista sería lógico esperar resultados instantáneos en nuestra vida espiritual. A fin de cuentas, tenemos un Dios todopoderoso. Queremos que nuestros defectos o nuestros desafíos desaparezcan en un santiamén. Como el Pedro de la Biblia, somos impulsivos e irreflexivos, dispuestos a levantar enramadas o a cortar orejas. Reaccionamos exageradamente o demasiado rápido. Nos tornamos defensivos. Nos enojamos. Somos sarcásticos. Juzgamos antes de tiempo.

Muchas veces actuamos por instinto y nuestras respuestas no reflejan un pensamiento cuidadoso o mesurado. La Biblia nos ensena a esperar. Abrahán esperó muchos anos por el hijo prometido. Jacob esperó por Raquel. José esperó en la cárcel de Faraón. Moisés esperó en el desierto.

Hebreos nos dice que necesitamos paciencia. Las dos opciones que nos ofrece el texto son esperar o retroceder. A primera vista no parecen conceptos opuestos, pero en un mundo en el que se vive por la fe, en un reino enemigo que intenta ahogar nuestras esperanzas, esperar es la esencia misma de nuestra experiencia cristiana. Cuando actuamos impulsivamente, no le damos al Espíritu Santo la oportunidad de obrar en nosotros y ensenarnos la importante lección que quiere impartirnos.

Señor, ayúdame a pausar antes de reaccionar y permitir que tú retengas el control de mi vida.